TU ÚLTIMA CARTA
He leído tu carta; ¡que elegante!
¿Dónde tu pluma su lenguaje toma?
Ni el más rendido y cariñoso amante
Habla tan dulce y celestial idioma.
Me parece de aquellos trovadores
Que al pie de la calada celosía
Entonaban sus cánticos de amores
En quietas horas de la noche umbría.
Caballero gentil de otras edades
Abierto está mi corazón sincero
Y es justo que olvidando vanidades
La dama le responda al caballero.
Me resuelvo a escribirte; tú lo quieres
Mi estilo no tendrá tu galanura
Pero nadie nos gana a las mujeres
En cuestiones de amor y de ternura.
No busques las palabras cadenciosas
De un lenguaje castizo y estudiado:
Las praderas del trópico dan rosas,
Sin que nadie las haya cultivado.
Tú me has hecho soñar horas felices
Y tan supremo bien debo pagarte...
Son tan bellas las cosas que me dices
Que no sé cómo pueda contestarte.
"Que a los hombres mis gracias vuelven locos,
Que a un gran talento de belleza adorno"...
¡Gracias! Eres galante como pocos,
y has sido siempre amable cual ninguno.
Tu imagen de mi pecho no se aparta
El pincel de tu amor, mi mente el lienzo;
Para hablar de ese cuadro en esta carta...
Aquí termino el prólogo, u comienzo.
Para guardar una ilusión querida
Como culto inmortal, grande y profundo,
Es muy breve el espacio de una vida
Que tan rápida pasa por el mundo.
¿Crees eterno un amor toda pureza?
¿Juzga eterno el fuego del cariño?
Perdona que lo diga con franqueza:
En cuestiones de amor eres un niño.
En la lucha tensa de las pasiones,
Poblada de insensatos devaneos
No pueden confrontar las ilusiones
A quien no satisface sus deseos.
Quiero hacerte feliz; quizá ignoras
Que la felicidad que al hombre halaga
En un rostro de vivos resplandores
Que al alumbrar la realidad se apaga.
Dices que té cautiva mi hermosura
Que te queman mis ojos adormecidos
Y que buscas la miel de la aventura
Sobre mis labios rojos y encendidos.
Que, como a Dios, tu corazón me adora;
Que sólo anhelas, de esperanza lleno
Reclina tu cabeza pensadora
Sobre el caliente mármol de mi seno.
Que siempre que me miras te estremeces;
Que a todas partes cual la luz te sigo;
Que quieres apurar hasta las beses,
El cáliz del placer sólo conmigo.
Que no envidias la gloria de los sabios;
Que a otra gloria mayor tu pecho aspira:
La de juntar tus labios con mis labios,
Pues fuera del amor, todo es mentira.
Que anhelas que tu erótica locura,
Morir entre tan dulces desvaríos,
Mezclándose en la misma sepultura
El polvo de tus huesos y los míos,
Que soy ser de tu ser. ¡Ah! Yo no puedo
Creer vano el mundo que en tus sueños labras;
Mi razón se oscurece, y tengo miedo
De quemarme con solo tus palabras.
Si existen esas dichas que imaginas
Si hay placeres así, tan celestiales,
¿Por qué priven todas las doctrinas
Amarse libremente a los mortales?
Dices que soy tu Dios... ¿Eres ateo?
¡Tan hondo pensamiento me contrista!
Con el mágico prisma del deseo,
¿Dios también desaparece en tu vista?
Sábelo de una vez; has trastornado
Toda mi vida y mi razón entera;
Tuyo es mi corazón enamorado;
Si tuviera mil vidas te las diera.
Pretendí razonar... ¿ torpes errores!
Voy a abrirte sin miedo el alma mía...
Cuando encienden su hoguera los amores
No sirve la vulgar filosofía.
Pensando en la pasión que ya me abisma
Por más que a tantas tentaciones huyo,
Hoy fui al espejo y me bese yo misma,
Haciendo el rostro de la imagen tuyo.
Y el cristal me ha mentido de tal suerte,
De tal modo vi en él tu rostro impreso,
Que caí desmayada, y quede inerte,
Creyendo tuyo el solitario beso.
Y cuando he vuelto a la razón, me asombra
Pensar, con insensato desvarío
Que si besan los besos de una sombra
Que besos mataran amado mío.
Esa terrible reflexión me aterra
Y aunque causa decírtelo sonrojos,
Queriendo ser feliz sobre la tierra,
Rompí el cristal para buscar tus ojos.
Ven y perdona mi entusiasmo ciego,
No importa que me des dichas o penas;
Ven, porque para ti siento de fuego
La sangre que circula por mis venas.
Quiero ese amor en que por ti he creído,
Pues soy, para soñar en los placeres
Árabe en cuya sangre se ha fundido
El hierro de las lanzas beréberes.
Ven, ya te espero apasionada y ebria;
Busca el caliente mármol de mi seno,
Junta después tu boca con mi boca
Y a ver si así me salvó o me condeno
JUAN DE DIOS PEZA